viernes, 29 de agosto de 2008

Amor Granate - Parte 12

Muchas veces la voz de nuestra conciencia nos lleva a hacer cosas que tienen peores consecuencias que si las hiciéramos por instinto, sin previo análisis. Antii creía que su inconciente era una persona mas dentro de el. Su alter ego. Su segunda personalidad. Creí que podía convivir eternamente con una voz que le dictara que hacer y que no. Incluso la había bautizado con el nombre de su padre, para tenerlo siempre presente en su vida. O en su muerte.
Sabiendo exactamente que lo que en el pasado le habían enseñado y negándose a creer su destino, Antii deambulaba por la vida sin rumbo alguno, pensando que eso cambiaria su futuro cuando en realidad, incluso eso ya había sido escrito.

Sin previo aviso oyó un grito ahogado de angustia y miedo. Sin pensarlo dos veces empezó a correr hacia aquel lugar. El edificio estaba abandonado, había solo una ventana iluminada por lo que parecían ser velas por la tenue luz. Trepo hasta lo alto, y entró por una claraboya rota, en completo silencio, con muchísimo cuidado poniendo especial atención a sus pasos.

La escalera bajaba en espiral, había tenido en sus mejores épocas una alfombra azul, que entonces ya estaba desgastada, sucio y roída por las hambrientas ratas. Los barandales parecían estar completos por sectores, aunque en su mayoría estaban ausentes, victimas del vandalismo. Contando piso por piso, y confiando en su olfato, llego a una habitación cerrada. La puerta parecía nueva, colocada recientemente. Se sentía en el ambiente, el olor a cera, a humo de vela. Allí era donde tenía que entrar, aunque no le agradara la idea.

Eeva yacía desmayada en el suelo, con los ojos completamente abiertos. Su rostro estaba tenso, lleno de terror, su piel era transparente y convulsionaba de a ratos. Antii supo que hacer inmediatamente, ya había visto aquella escena antes cuando salvo a su creador de una muerte inminente. Ella reacciono al sentir su presencia y aferro sus colmillos a la muñeca de su propio creador. Hambrienta, sin fuerzas.

-No tendré opción que quedarme contigo pequeña.- le dijo en un susurro. –Necesitaras ayuda.-

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