viernes, 11 de julio de 2008

Amor Granate - Parte 4

Amor Granate IV

Con el corazón latiéndole a tantas veces por segundo, Eeva sentía que el pecho le iba a estallar. La adrenalina corría por sus venas como nunca antes, sus piernas no podían ya sostenerla en pie por lo que cayó en sus brazos. Desmayada. En silencio. En paz.

¿Era necesaria tanta premonición, por que no llevar la imaginación directamente a un hecho concluyente? Para Antii, esa era su misión, alimentarse.

-¿De donde eres Antii? Tienes piel fría, cabello suave, ojos demasiado verdes. ¿Escandinavia quizás?.- Esta pregunta lo había tomado por sorpresa totalmente. Tanto que no sabia que responder, todo su plan se vio desmoronado por unas simples palabras.

El tiempo se detuvo de repente, fue entonces cuando se dio cuenta de lo que significaba.

Con un brusco gesto, Antii se alejo de quien había pasado de ser una mujer, a ser una bomba de tiempo. Peligro a solo metros de distancia. Antii miraba el horizonte, ignorando todo arrepentimiento, como si todo le importara absolutamente nada. Así era.

-Discúlpame. No quería que te molestes.- dijo Eeva agachando la mirada y jugando con su cabello avergonzada. Pero de repente, una fuerte ráfaga de viento salado le obligo a levantar la cabeza, y se encontró con unos brillantes ojos verdes que la observaban con ardor. Antii la sostenía fuertemente por la cintura, sumergiéndose en su cuerpo con deseo y ardor.

-No me molesta, me encanta.- respondió en un susurro, su profunda voz resonaba una y otra vez, como en constante eco. Eeva se desvanecía ante su encanto y sensualidad al sentir a un hombre tan particular, la adrenalina de una aventura con un desconocido. Su perfume la drogaba lentamente, rindiéndose ante su insistencia.

Inconcientemente, mareada por toda la situación, enrarecida por tal sentimiento, tildo la cabeza a un lado dejando su cuello al descubierto.

Tentación a flor de piel, sed de sangre, miedo. ¿Miedo? Eso era nuevo. Hacia solo 38 años que no sentía temor. ¿Por que ahora?

Eeva respiraba agitada, temblaba sosteniéndose del cuello de Antii firmemente, no quería caerse, pero sus piernas no resistían. Luego, un ruido ensordecedor que solo trajo mas oscuridad.



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